Al hablar de los pobladores de origen Collagua y Cabana en el Colca, podemos utilizar como distintivo principal el diseño de su sombrero. Respecto a sus orígenes, diversas investigaciones de carácter documental, histórico, antropológico y arqueológico realizados sobre los pobladores del valle de Colca, señalan que antes de la conquista de los incas, la región del Colca estuvo ocupada por dos grupos étnicos: los Collaguas procedentes del altiplano del Collao (Puno) y los Cabanas de expansión Wari, Ayacucho. (Neira, 1961; Wachtel, 1976)
Por recopilación de las declaraciones de los mismos habitantes del valle del Colca en 1586, ante el Corregidor Ulloa, el origen de estos dos grupos que los collaguas declararon que descienden de la montaña Collaguata y los cabanas se declaran hijos del nevado Hualca Hualca; es decir, ambos grupos con una deidad y una cultura propia (Ulloa, 1885: 40).
Según informaciones del mismo corregidor, establecen que estos dos grupos étnicos se establecieron allí después de una victoriosa guerra:
“Dicen que vencieron a los naturales y los echaron de su pueblo. Se puede indicar que la ocupación de este valle estuvo precedida de una confrontación bélica similar a la que ocurrió región Cajatambo. Pierre Duviols (1973) ha denominado “dualismo prehispánico de oposición y complementariedad”.
La diferencia estaría que en el valle de Colca, los nuevos ocupantes no se fusionaron con sus antecesores, sino que fueron expulsados de su zona para establecerse y apoderarse de todos los recursos existentes en la zona. Los collaguas empezaron a ocupar la mayor extensión del territorio del Colca, tanto en espacios dedicados a la agricultura como de las amplias planicies de la puna de esta región, apropiadas para el pastoreo y la agricultura. Cuando el Corregidor Ulloa dio a conocer esta información por orden de la corona española, las reducciones de indios ordenadas por Toledo ya estaban conformadas; ya se habían establecido los núcleos multiayllus.
Ya así, en Yanqui collagua “hay cuatro mil indios tributarios casados, sin los mozos é niños y viejos é mujeres…”, decía Ulloa, agrega que en Lare Collagua “hay dos mil é quinientos tributarios”, y en Cavana “hay mil é trescientos indios…”, con los que suman 7,800 tributarios. Los centros administrativos principales del valle eran tres: Yanque Collagua, Lare Collagua y Cabanas, este último ocupaba la parte sur del valle, desde Pinchollo a Cabanaconde y microvalles situados hacia el oeste. Por su ubicación territorial, los cabanenses se convirtieron en excelentes agricultores de esta región ecológica, preferentemente especializados en el cultivo del maíz dulce (maíz sea o maiz cabanita).
Cabanas y Collaguas vivieron probablemente con sus propias autonomías, manteniendo relaciones de intercambio entre ambos hasta la conquista de la región por los incas. La lengua de los collaguas era el aymara, probablemente por su origen colla y los cabanas hablaban el quechua, emparentado con la lengua de los cusqueños. Sus atuendos eran igualmente diferentes, con mayor cobertura los collaguas y menos indumentaria para los cabanas, pero la indumentaria que los diferencia a ambas etnias, el el diseño de su sobrero como se muestra en la imagen.
Respecto al culto a los dioses generales eran los mismos, las ceremonias y rituales propiciatorios a la lluvia y a abundancia de los recursos estaban fijados a sus dioses regionales particulares: a Collahuata el grupo de collaguas y a Hualca Hualca el de los cabanas. Estas diferencias culturales de collaguas y cabanas prevalecen aún en la actualidad. Por influencia del dominio inca, el idioma quechua se impuso sobre el aymara, que está presente sólo en las toponimias y en algunos términos del habla quechua. En la indumentaria hay algunas diferencias actuales, especialmente en las de mujeres. En ambos sectores usan prendas bordadas, pero de las cabanenses son más profusos los bordados y más finas las telas. La diferencia más clara es en el sombrero femenino: las mujeres del lado collagua usan sombreros de palma, con cintas tipo blonda; las mujeres cabanenses usan sombreros de tela bordados con hilos de colores.
Cuando los quechuas cusqueños conquistaron la región durante el gobierno de Mayta Cápac, aproximadamente en 1420, antes del período de expansión iniciada por el inca Pachacutec, como sugiere Nelson Manrique, el valle estaba ampliamente poblado por collaguas y cabanas, dedicados a la agricultura y al pastoreo, de acuerdo a los pisos ecológicos que controlaban. Fueron los incas quienes reordenaron la organización social de estos pueblos por el sistema decimal, reforzaron el control social y económico por el sistema dual de anansaya y urinsaya y establecieron una alianza política que contribuyó a afianzar la fidelidad de collaguas y cabanas hacia los gobernantes cusqueños, mediante el matrimonio del inca Maita Cápac con la hija del cacique de Yanque Collagua (Cook, 1977, .Espinoza, 1987).
Sobre la Alianza se indica que: “Maita Cápac tomó como esposa principal a Mama Tancaray, hija del Jatunmallco (rey) de Collagua (Cailloma)”. Jatunmallco era el curaca principal de Yanque Collagua, con sede en Coporaque. Los actuales habitantes de esta localidad consideran que fue la belleza de la hija del Jatunmallco, llamada mama Yacchi, la que conquistó al corazón del inca, quien la hizo su esposa principal. En demostración de su amor a Mama Yacchi o Mama Tancaray, “Maita Cápac mandó edificar un lujoso aposento para su bella esposa, cubierta de oro fino” según señalan los lugareños. Lo cierto es que el mencionado aposento estaba enchapado de cobre, corroborado por Fray Jerónimo de Oré, párroco de Coporaque, quien da cuenta que con ese metal hizo fundir cuatro campanas para la iglesia y el restante fue entregado a Gonzalo Pizarro, durante la guerra civil, para los herrajes de los caballos (Manrique, 1985: 48).
En efecto, los restos del aposento, construido en piedras menudas y barro mezclado con paja, han resistido al tiempo: lo conservan hasta hoy como monumento. Junto a esta ruina prehispánica se ha edificado un alojamiento turístico, con el nombre de La casa de Mama Yacchi. Pero la fidelidad de los coporaquinos con el inca que desposó con una hija de ese pueblo y unió a los collaguas al Estado inca, tiene todavía su expresión contemporánea, cuando el municipio de Coporaque ha erigido un monumento de la efigie de Maita Cápac en el centro de su plaza.
En sí, estas dos etnias del Valle del Colca hacen prevalecer en la actualidad sus orígenes juntas pero cada uno con sus costumbres y tradiciones.
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